Magia y alquimia de las ideas

Disquisiciones, comentarios, sabidurías, ignorancias y otras yerbas de un aprendiz de Druida casi treintañero que gusta de la reflexión tranquila de los asuntos de la vida.

lunes, noviembre 28, 2005

Ando descubritivo

Como en la película "Snatch. Cerdos y diamantes", varias cosas que ocurrieron por carriles distintos de mi vida se unieron hace poco en este descubrimiento.

Cosa 1: hasta hace unos tres años siempre viajaba en micro, hasta que me compre un modesto auto (por no decir pedorro, que me baja la "auto"-estima :) ). Dejé de viajar en micro hasta que hace algunos meses tuve que volver a hacerlo, por una falla que el mecánico tardó varios días en arreglar. Y viajé un domingo muy de mañana, cuando la gente sale de los boliches. Seguramente, mientras yo fui un adolescente, las cosas que se ven en un micro fueron para mi "invisibles" de la misma forma que el agua es invisible para los peces. Pero ahora, no pude evitar darme cuenta de una cosa sobre los adolescentes que veo salir de los bailongos:

¡están hechos mierda!

Borrachos, mal afeitados, sucios, mal entrazados... ¡Horribles!

Y me di cuenta de que yo, casado con hijo, que ya se supone que estoy empezando a ser "un señor maduro", soy más atractivo que personas que están en la "flor" de la edad.

Cosa2: viendo unas fotos de cuando era chico me di cuenta de lo prolijo que me mandaba mi mamá a la escuela. Y me acordé de que mis compañeros, al igual que los adolescentes del colectivo, andaban todos siempre con el guardapolvo sucio y desalineado (tal vez influyó que yo iba a una escuela rural, y mi mamá siempre había sido una persona de ciudad).

Extraña unión de cosa1 y cosa2: veinte años después, me dí cuenta de por qué nunca fuí un chico "popular", por qué siempre había como una "barrera invisible" entre mis compañeros de la escuela y yo. Pasaron muchos años y sufrí mucho (y muchos años) tratando de descubrir que es lo que no gustaba de mi persona, o cuál era la diferencia entre mis compañeros y yo que hacía que todos se hicieran amigos entre ellos y que yo siempre estuviese relegado. Hasta hoy nunca lo había descubierto, y era tan obvio y tan visible... Yo iba con el guardapolvo blanco impecable y planchado todos los días, incluso tenía un guardapolvo de recambio, si un día me ensuciaba, al otro día iba perfectamente pulcro. Y mis compañeros andaban siempre con el guardapolvo muy sucio y arrugado, y con la ropa en iguales condiciones. Es lógico que me veían como una persona que no pertenecía a su mundo... Veinte años tardé en descubrirlo.

Moraleja: sra mamá, mande a su hijo a la escuela con vestimenta acorde al medio en el que su hijo se desenvuelve.