Magia y alquimia de las ideas

Disquisiciones, comentarios, sabidurías, ignorancias y otras yerbas de un aprendiz de Druida casi treintañero que gusta de la reflexión tranquila de los asuntos de la vida.

martes, junio 27, 2006

Adentro de un líder

Esto salió publicado hace mucho tiempo en el página 12, y me gustó porque nunca había visto una descripción así de la forma de pensar de un líder. Que lo disfruten.

Razones de fondo

Por Paloma Fabrikant *

No hay que tener las bolas muy peludas para darse cuenta. Uno se fija; mira las caras de los compañeros y se aviva en seguida, quién está comprometido de verdad, quién está jugando al Che Guevara y quién se queda solamente por las tetas de Mariana. Y esos son la gran mayoría. Bermúdez, por ejemplo, gordo facho si los hay, tiene menos militancia que mi vieja y se sienta adelante de todo de la asamblea, como si le interesara, con las manos en los bolsillos del pantalón y la cara de gordo pajero. La única que piensa en nuestro futuro en serio es Mariana, porque ella no se ve como le bailan esas dos maravillas cuando se para, como se chocan entre sí cuando salta, enfervorizada por la causa, al ritmo del cantito... “Vamos compañeros, hay que poner un poco más de huevos, estamos todos juntos nuevamente, la educación del pueblo no se vende”. Estamos todos juntos porque está ella y ponemos huevos porque los tenemos hinchados de las ganas de darle. Si no, la idea de la toma no habría convencido a nadie. A mí, el colegio me da una urticaria que en cuanto suena el timbre todo lo que quiero es rajar. Ni hablar de quedarme después de hora y menos a dormir. Si lo hubiera propuesto cualquier chabón, yo le habría contestado: “¿No tenés nada que hacer esta noche, que la querés pasar encerrado acá?” Porque yo sí sé cómo divertirme, no como esta manga de virgos, que esperan para debutar al viaje de egresados. Yo me fui de putas por primera vez a los trece, así que experiencia no me falta. Y no es sólo por la barba que parezco más grande, es que se nota quién es un nene y quién es un hombre. Y Mariana se dio cuenta al toque, cuando hacía falta un voluntario que fuera aula por aula interrumpiendo las clases, para avisar que el colegio estaba tomado, y yo me ofrecí de una, aunque sabía que era ir al muere, que me iban a tomar de chivo expiatorio y me iban a romper el culo a sancionazos, pero no me importó. Ahí está la diferencia con esos pendejos. Y a partir de ahí, ella me miró distinto, vio que tenía un compañero, que no luchaba sola. Y después, cuando decidimos hacer la sentada y hubo que cortar la calle, ¿quién se plantó antes que nadie delante de los coches? El mismo que viste y calza. Si me voy a achicar por un par de bocinazos yo. Que puteen los conductores, acá estamos luchando por la educación pública, laica y gratuita. Y en medio de las puteadas y los gritos y las canciones, Mariana y yo charlamos una hora entera mirándonos a los ojos, lo cual fue un esfuerzo supremo de voluntad, porque para levantar la mirada de ese escote hacen falta sogas y poleas. La hago corta: la mina flashó conmigo. Hablamos de Marx y de la revolución cubana y del país y ella vio que yo soy más que una cara barbuda. Y cuando levantamos la sentada nos fuimos derecho al baño del primer piso y ahí le terminé de mostrar quien soy. Bah, terminar no terminé, porque no tenía forros, así que el asunto no paso de unos besos y unas manos, sobre todo mías, y unas tetas: las de ella. Y nos quedamos a dormir en el colegio nomás. Una asamblea extraordinaria a las siete de la tarde. Mariana habló de nuestra lucha más convencida que nunca y todos aplaudimos de corazón. Por un rato sentí que era cierto: que estábamos hermanados por la causa, que éramos nobles y fuertes y no nos iban a vencer nunca. Y esa noche dormí abrazado a ella, de cucharita, cagados de frío, pero con una calentura que me explotaban los pantalones. Y ahí supe que tenía que comprar forros urgente porque si dejaba pasar esa oportunidad los pibes no me lo iban a perdonar nunca. Todos nos vieron juntos y era una cuestión de hombría, de mostrar quien dirige la batuta, como dice la canción... “los estudiantes, o el gobierno hijo de puta, yuta puta”. Así que el segundo día de toma, mientras Mariana leía en voz alta la resolución estudiantil contra la Ley Federal de Educación, yo me crucé disimuladamente al kiosco y compré una cajita de Tulipán blancos, de los que vienen con gel íntimo,y sólo de sentirla en el bolsillo del pantalón, se me ponía tiesa como una estaca. La asamblea de la tarde fue un quilombo. Todos estábamos sucios y despeinados y mal dormidos y no sabíamos cómo seguir. Era como si Mariana y yo fuéramos los padres de un montón de bebés asustados que nunca habían dormido fuera de casa. Parecía que se iban a largar a llorar. Pero ella se puso fuerte y dijo que no se iba a rendir. Que no le importaba quedarse sola, ni que la expulsen, ni que llamen a la policía. Hasta que derogaran la Ley el colegio seguiría tomado y si había que quedarse a vivir, o morirse de hambre, ella estaba dispuesta. Y todos aplaudimos y estábamos emocionados de verdad. Yo, además estaba al palo, pero no por eso menos comprometido. Si había que aguantar toda la semana lo íbamos a hacer. Eso sí, lo que no aguantaba más era mi bragueta, porque de esa noche no pasaba. Y los pibes me palmeaban en los pasillos, discretos los pelotudos, me gritaban: “Es tuya, Juan”, y yo me hacía el gil, pero estaba más ansioso que la mierda, con los Tulipanes latiéndome en el bolsillo. La hago corta: esa noche la partí al medio. No voy a entrar en detalle, pero juro que la mina no se olvida más. Capaz fue un poco rápido, porque yo traía diez horas de fricción contra la tela del jean y casi me voy en seco. Pero hice un buen papel, demostré lo que había que demostrar. Y después... Bueno, no podía durar para siempre. En el fondo todos sabíamos que era un juego y que tarde o temprano nos íbamos a rendir. Estábamos agotados, hambrientos, queríamos ducharnos y dormir en nuestras camas. Solo Mariana era capaz de levantar el ánimo de las masas, y cuando esa mañana, comenzando el tercer día de toma, ella dijo que se iba a su casa, supimos que era el final. ¿Y la Ley Federal de Educación? La implementaron, nomás, nos hicieron mierda. Que va a hacer, hicimos lo que pudimos. No se que habría cambiado si aguantábamos la semana entera, pero por lo que pasó con la educación en la Argentina, yo no culpo al rector ni al Ministerio de Educación ni al Fondo Monetario. Si hubo un verdadero culpable del fracaso de la resistencia estudiantil, fue esa maldita cajita blanca, tentadora y traicionera, de preservativos Tulipán.

Link original: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/13-1615-2004-12-03.html

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